Los sesgos cognitivos son atajos mentales que toma nuestro cerebro y que a veces pueden llevarnos por mal camino. Son como pequeñas peculiaridades de nuestro pensamiento que pueden hacernos ver el mundo de forma ligeramente distorsionada. Pero no te preocupes, ¡todos los tenemos! La buena noticia es que una vez que somos conscientes de estos sesgos, podemos empezar a tomar decisiones más objetivas e informadas.
Desvelar el impacto de los sesgos cognitivos
Los sesgos cognitivos entran a menudo en juego cuando nos formamos opiniones o emitimos juicios. Esto puede ocurrir de varias maneras, como al evaluar información o interactuar con otras personas. Piense en alguna ocasión en la que haya llegado a una conclusión sin tener en cuenta todos los hechos. Tal vez oyó un rumor sobre alguien e inmediatamente lo creyó, sólo para descubrir más tarde que no era cierto. Es un ejemplo de cómo los sesgos cognitivos pueden moldear sutilmente nuestras percepciones.
El sesgo de confirmación: ver lo que queremos ver
Uno de los sesgos cognitivos más comunes es el de confirmación. Es nuestra tendencia a favorecer la información que confirma nuestras creencias. Es como si tuviéramos un filtro en la mente que sólo deja pasar la información que se alinea con lo que ya pensamos. Por ejemplo, si alguien cree que los videojuegos son perjudiciales, es posible que sólo se fije en las noticias y los estudios que apoyan esa opinión e ignore las pruebas.
Pero no se trata sólo de buscar información que la confirme, sino también de cómo la interpretamos. Podemos tergiversar o distorsionar la nueva información para adaptarla a nuestras creencias, aunque ello signifique ignorar el panorama general. Esto puede conducir a un peligroso ciclo en el que nuestras creencias se arraiguen cada vez más, dificultando la consideración de perspectivas alternativas.
El sesgo retrospectivo: el fenómeno de "lo supe todo el tiempo
¿Alguna vez has tenido la sensación de que predijiste que algo iba a ocurrir cuando ya había ocurrido? Es el sesgo retrospectivo. Es la tendencia a mirar atrás y pensar que los acontecimientos eran más previsibles de lo que fueron. A menudo nos decimos a nosotros mismos: "Lo sabía desde el principio", aunque entonces no estuviéramos seguros.
Este sesgo puede ser especialmente frecuente cuando nos sentimos implicados en el resultado. Por ejemplo, si nuestro equipo deportivo favorito gana un partido, podemos convencernos de que sabíamos que iban a ganar desde el principio, aunque tuviéramos dudas de antemano. Esto puede dar lugar a un exceso de confianza en nuestra capacidad para predecir acontecimientos futuros, lo que a veces puede tener consecuencias negativas.
El sesgo de anclaje: el poder de las primeras impresiones
El sesgo de anclaje tiene que ver con la influencia de las primeras impresiones. Tendemos a dar demasiada importancia a la primera información que recibimos, aunque tenga que ser más relevante y precisa. Esto puede afectar a nuestra toma de decisiones en diversas situaciones, desde la negociación de precios hasta la formación de opiniones sobre las personas.
Por ejemplo, si vas a comprar un coche y el vendedor empieza con un precio alto, es posible que te quedes anclado en esa cifra, aunque el vehículo valga menos. Del mismo modo, si conoces a alguien nuevo y tiene un mal día, es posible que te formes una primera impresión negativa difícil de quitar, aunque normalmente sea bastante agradable.
El efecto de la desinformación: Cuando los recuerdos se distorsionan
Nuestros recuerdos son a veces más fiables de lo que creemos. El efecto de desinformación consiste en cómo la información que recibimos después de un suceso puede alterarlo. Nuestros recuerdos son como páginas de Wikipedia, abiertas a la edición y la revisión.
Esto puede ocurrir de varias maneras. Por ejemplo, si eres testigo de un accidente de tráfico y escuchas el relato de otra persona, tu recuerdo del accidente puede verse influido por su versión, aunque sea inexacta. Esto puede tener implicaciones importantes para el testimonio de los testigos y los casos legales.
El sesgo actor-observador: juzgarnos a nosotros mismos y a los demás de forma diferente
A menudo tenemos un doble rasero a la hora de juzgar nuestro comportamiento frente al de los demás. Es lo que se conoce como el sesgo del actor-observador. Cuando cometemos un error, culpamos a factores externos, como la situación o la mala suerte. Pero cuando otra persona comete un error, es más probable que lo atribuyamos a sus características internas, como su personalidad o su falta de habilidad.
Este sesgo puede dar lugar a malentendidos y conflictos, ya que quizá necesitemos conceder a los demás el mismo beneficio de la duda que nos concedemos a nosotros mismos. Es esencial ser consciente de esta tendencia e intentar ver las cosas desde la perspectiva de la otra persona.
El falso efecto de consenso: Sobreestimación del acuerdo
El efecto de falso consenso es nuestra tendencia a sobrestimar hasta qué punto los demás están de acuerdo con nosotros. A menudo suponemos que nuestras creencias y opiniones son más comunes de lo que son. Esto puede dar lugar a un exceso de confianza en nuestros puntos de vista y a una falta de comprensión de las diversas perspectivas.
Por ejemplo, si alguien apoya firmemente a un determinado partido político, puede sobrestimar el número de personas que también lo apoyan. Esto puede dificultar el diálogo constructivo con personas con opiniones diferentes.
El efecto Halo: Cuando las primeras impresiones brillan demasiado
El efecto halo es un sesgo cognitivo clásico que describe cómo un único rasgo positivo puede influir en nuestra impresión general de alguien. Un halo brilla sobre ellos, haciendo que veamos todo lo demás de forma positiva.
Por ejemplo, si alguien nos parece físicamente atractivo, también suponemos que es inteligente, amable y tiene éxito, aunque no tengamos pruebas que lo demuestren. Esto puede afectar a nuestros juicios, desde las decisiones de contratación hasta las relaciones románticas.
El sesgo interesado: atribuirse el éxito y culpar a los demás del fracaso
El sesgo de autoservicio es nuestra tendencia a atribuirnos el mérito de nuestros éxitos y culpar a factores externos de nuestros fracasos. Es una forma de proteger nuestra autoestima, pero también puede impedirnos aprender de nuestros errores.
Por ejemplo, si nos va bien en un examen, podemos darnos palmaditas en la espalda por nuestra inteligencia y esfuerzo. Pero si suspendemos, podemos culpar al profesor por ponérnoslo demasiado difícil o a nuestros compañeros por distraernos. Esto puede obstaculizar nuestro crecimiento e impedirnos asumir la responsabilidad de nuestros actos.
La heurística de la disponibilidad: Juzgar la probabilidad basándose en lo que es fácil de recordar
La heurística de la disponibilidad es un atajo mental que utilizamos para juzgar la probabilidad de que algo ocurra basándonos en la facilidad con la que podemos recordar ejemplos de ello. Nuestro cerebro dice: "Si puedo pensar fácilmente en ello, debe ser común".
Esto puede dar lugar a juicios inexactos, ya que los acontecimientos recientes o las experiencias vívidas pueden sesgar nuestros recuerdos. Por ejemplo, si hemos visto recientemente en las noticias un accidente de avión, podemos sobrestimar la probabilidad de que ocurran, aunque estadísticamente sean raros.
El sesgo del optimismo: ver el mundo con cristales de color de rosa
El sesgo optimista es nuestra tendencia a sobrestimar la probabilidad de que nos ocurran cosas buenas y a subestimar la probabilidad de que nos ocurran cosas malas. Es como si tuviéramos incorporado un filtro de optimismo que nos hace ver el mundo de forma más positiva.
Aunque esto puede ser útil en algunos aspectos, también puede llevarnos a asumir riesgos innecesarios o a hacer planes poco realistas. Por ejemplo, subestimamos nuestras posibilidades de tener un accidente de coche o sobreestimamos nuestras posibilidades de ganar la lotería.
Otros sesgos cognitivos: Una plétora de rarezas
Los sesgos cognitivos analizados hasta ahora son sólo algunos ejemplos de cómo puede influirse sutilmente en nuestro pensamiento. Hay muchos otros sesgos, cada uno con su propia forma de distorsionar nuestras percepciones y juicios.
Por ejemplo, el efecto Dunning-Kruger es la tendencia de las personas con poca competencia en un área concreta a sobrestimar su capacidad. Esto puede dar lugar a una falsa confianza y a la reticencia a buscar feedback o mejorar sus habilidades.
Otro sesgo interesante es el efecto IKEA, que describe nuestra tendencia a dar más valor a las cosas que hemos construido nosotros mismos, independientemente de su calidad. Esto puede explicarse por la sensación de logro y propiedad que sentimos cuando creamos algo.
La importancia de reconocer los sesgos cognitivos
Los sesgos cognitivos son una parte natural de la mente humana. A menudo son atajos mentales útiles que nos permiten tomar decisiones rápidas en situaciones complejas. Sin embargo, también pueden conducir a errores de juicio y en la toma de decisiones.
Al ser conscientes de estos sesgos, podemos empezar a reconocer cuándo pueden influir en nuestra forma de pensar. Esto puede ayudarnos a tomar decisiones más objetivas e informadas, con mejores resultados en nuestra vida personal y profesional.
Recuerde que todos tenemos sesgos cognitivos. No se trata de eliminarlos, sino de entender cómo funcionan para poder mitigar sus efectos adversos y tomar decisiones más conscientes.
Para saber más sobre los sesgos cognitivos, consulte el Códice de sesgos cognitivos. Se trata de una completa representación visual de más de 180 sesgos cognitivos, organizados por categorías. Es un recurso excelente para cualquiera que desee profundizar en el fascinante mundo de los sesgos cognitivos.
Más sesgos cognitivos a tener en cuenta
El efecto IKEA: Por qué nos gusta lo que construimos
¿Te has dado cuenta de que valoras mucho más algo que has construido tú mismo, aunque esté un poco chiflado? Es el efecto IKEA. Valoramos más las cosas que hemos creado, independientemente de su calidad. Puede ser cualquier cosa, desde un mueble que has montado hasta una comida que has cocinado.
Es probable que este prejuicio se deba a la sensación de logro y propiedad que sentimos cuando creamos algo. Es como si hubiéramos puesto algo de nosotros mismos en el objeto, lo que lo hace más especial.
Aversión a la pérdida: Sentir el dolor de la pérdida más que la alegría de la ganancia
Imagina que te dan 100 libras. Se siente muy bien. Ahora imagina que pierdes 100 libras. ¡Ay! Eso es mucho peor. Es la aversión a la pérdida. Tendemos a sentir más el dolor de una pérdida que el placer de una ganancia equivalente.
Este sesgo puede afectar a nuestra toma de decisiones de varias maneras. Por ejemplo, podemos ser reacios a vender una inversión, aunque no esté dando buenos resultados, porque no queremos darnos cuenta de la pérdida. O puede que conservemos posesiones durante demasiado tiempo, aunque ya no nos sean útiles, porque no queremos desprendernos de ellas.
El efecto Dunning-Kruger: Exceso de confianza cuando carecemos de competencia
El efecto Dunning-Kruger es un fascinante sesgo cognitivo que describe cómo las personas con escasa competencia en un área concreta tienden a sobrestimar su capacidad. Son tan incompetentes que ni siquiera se dan cuenta de que no están cualificadas.
Esto puede conducir a una falsa confianza y a la reticencia a buscar feedback o mejorar sus habilidades. Es esencial ser conscientes de este sesgo en nosotros mismos y en los demás, ya que puede obstaculizar el crecimiento personal y profesional.
El sesgo del statu quo: La resistencia al cambio
El sesgo del statu quo es nuestra tendencia a preferir que las cosas sigan igual. A menudo nos resistimos al cambio, aunque sea para mejor, porque nos sentimos cómodos con lo conocido. Esto puede hacer que perdamos oportunidades y seamos reacios a adoptar nuevas ideas.
Por ejemplo, podemos quedarnos en un trabajo que no nos gusta simplemente porque es lo que conocemos. O podemos resistirnos a actualizar nuestra tecnología, aunque nos haga la vida más fácil.
Apofenia: Ver patrones donde no los hay
La apofenia es nuestra tendencia a ver patrones en datos aleatorios o sin sentido. Nuestro cerebro está programado para encontrar conexiones, incluso cuando no existen. Esto puede dar lugar a creencias supersticiosas o teorías conspirativas.
Por ejemplo, podemos ver una cara en una nube o creer que una serie de coincidencias es una señal del universo. Aunque a veces es divertido dejarse llevar por estas fantasías, es esencial tener los pies en la realidad y no dejar que la apofenia nos lleve por el mal camino.
Efectos del encuadre: La forma de presentar la información es importante
La forma en que se presenta o enmarca la información puede influir significativamente en nuestras decisiones. Es lo que se conoce como efecto de encuadre. Por ejemplo, es más probable que compremos un producto si se anuncia como 90% sin grasa que como 10% con grasa, aunque ambas afirmaciones signifiquen lo mismo.
Los efectos de encuadre pueden utilizarse para manipular nuestras decisiones, por lo que es esencial ser consciente de ellos y centrarse en la información subyacente más que en cómo se presenta.
Sesgos cognitivos: Recapitulación y llamada de atención
Como hemos visto, los sesgos cognitivos son una parte omnipresente de la experiencia humana. Pueden afectar a nuestras percepciones, juicios y decisiones de innumerables maneras. Pero al ser conscientes de estos sesgos, podemos empezar a mitigar sus efectos adversos y tomar decisiones más conscientes.
Recuerde que no se trata de eliminar los prejuicios, sino de comprender cómo funcionan y ser conscientes de su influencia. Esto puede ayudarnos a ser más objetivos y abiertos de mente y, en última instancia, a tomar mejores decisiones en todos los ámbitos de nuestra vida.
Si le interesa saber más sobre los sesgos cognitivos, explore los recursos disponibles en Internet y en libros. Cuanto más entiendas estas peculiaridades mentales, mejor te desenvolverás en las complejidades del mundo.
Vídeo: Charla de MCHRA sobre sesgos cognitivos